La noche del 18 de junio de 1815, Napoleón es solamente un vencido abandonado por los franceses. A su alredeor quedan sólo los fieles entre los fieles: sus amigos militares. El que en abril de 1814 había cedido por primera vez el poder, se ve esa noche aplastado por el destino.
En abril de 1814, Napoleón abdica pero conserva el título de emperador y la soberanía en la isla de Elba. El gobierno francés debe además transferirle dos millones de francos al año. Mientras Napoleón esta exiliado, Europa aprende a vivir sin el que, con sus guerras y conquistas, la aterrorizaba. Las grandes potencias reunidas en Viena dibujan una nueva Europa pensando en sus intereses. De pronto, el 7 de marzo, llega una sorprendente noticia: Napoleón ha desembarcado en Golfe-Juan y se dirige hacia París. Llega allí el 20 de marzo, y obliga al rey Luis XVIII a retomar el camino extranjero. Esa espectacular recuperación provoca un gran alboroto. En Francia los que habían servido a Napoleón y después se apartaron de él, se alían de nuevo con él: es el célebre caso del mariscal Ney. Europa se alarma ante le nuevo fervor de la Francia napoleónica. Se organiza para echar al usurpador, ese ilegal que pone en entredicho la paz en Europa y las ambiciones de las cuatro grandes potencias de la época: Austria, Gran Bretaña, Rusia y Prusia.
Una terrible inferioridad numérica
Napoleón, consciente del carácter inevitable de la guerra, intenta primero retrasarla, luego pretende provocarla donde le conviene. Los aliados disponen de 700.000 hombres. Napoleón desea agrupar a 800.000 hombres antes del final del año 1815. Pero el tiempo juega en su contra, mientras que refuerza la urgencia de actuación para los aliados.
Napoleón decide, junto con sus mariscales -Ney, Suche, Davout, Soult y Grouchy- acometer la ofensiva en Bélgica, donde se concentran las tropas británicas y prusianas. El mandatario británico, el duque de Wellington, el que infligió a Napoleón la pérdida de España, y el mariscal Blucher están a punto de juntarse y encaminarse a Francia. Napoleón y su ejército se ponen en marcha. Atraviesan el Sambre el 15 de junio. Comienza el enfrentamiento.
En el aspecto militar, es preciso que Napoleón supere a 220.000 hombres con un ejército de 130.000. Esta inferioridad numérica marca toda la acción de esos cuatro días. Wellington dispone de 100.000 hombres y Blucher de 120.000. Lo importante es poder evitar su unión.
El 16 de junio , en Ligny, un primer choque con el ejército de Blucher retrasa el avance alemán. Con todo, para acrecentar la ventaja, Napoleón envía a 30.000 hombres tras éste para hostigarlo y retrasarlo. En realidad ese factor acentúa su inferioridad numérica. ¿Qué pueden hacer 30.000 hombres contra 120.000?
"Waterloo, sombría llanura..."
El 18 de junio, en Waterloo, en un terreno ligeramente ondulado, se produce un nuevo choque con el ejército angloholandés de Wellington. Napoleón dispone de 74.000 soldados Wellington se sitúa en posición defensiva: cuenta con la llegada de Bulow y Blucher y sus 12.000 soldados. La lluvia ha retrasado el avance francés; el combate no empieza hasta las 9.30 h de la mañana. El plan de ataque consiste en asaltar el centro del dispositivo militar británico y desorganizarlo. Sobre las 13 horas, Napoleón se entera de que están llegando los prusianos. A las 13.30 h. el mariscal Ney lanza su primer ataque sobre los británicos y fracas. Napoleón avisa a Grouchy para que regrese a Waterloo y luche contra los prusianos. La orden no llega hasta las 15.30 h. Ese retaraso será decisivo.
A las 15.30 h, la caballería carga pero la artillería inglesa rechaza una vez más el ataque. A las 17.30 h, la Guardia -reserva de Napoleón - entra en combate. Ney intenta una tercera carga y fracasa de nuevo. No obstante, a pesar del fracaso de la ofensivas, los franceses resisten. Bulow ya ha llegado pero no se h a invertido la relación de fuerzas. ¡Breve respiro en realidad! Llega un nuevo cuerpo prusiano, dirigido por Ziethen. Esta vez el ejército de Napoleón es sumergido por la masa. Cae la noche poco a pco. Comienza la desbandada. Sólo permanece la Guardia.
Del sol de Austerlitz a la soledad de Santa Elena
Este fracaso militar marca el final del capítulo de los Cien Días. El Águila es sólo un prisionero en manos de los británios. El que hizo temblar a Europa, cuya gloria era una sucesión de victorias (Jena, Ulm, Austerlitz...), embarca hacia una isla del Atlántico, una isla perdida y aislada.
Francia paga con creces su fracaso. El segundo Tratado de París, el de 1815, la lleva a sus fronteras de 1790, le impone 7000 millones de francos alemanes de indemnización a pagar a las potencias victoriosas y una ocupación militar de cinco años.
El genial militar, el inventivo gobernador abandono su país en el caos. Pero su nombre, que despierta el odio en algunos, entra en la leyenda para los demás.
En abril de 1814, Napoleón abdica pero conserva el título de emperador y la soberanía en la isla de Elba. El gobierno francés debe además transferirle dos millones de francos al año. Mientras Napoleón esta exiliado, Europa aprende a vivir sin el que, con sus guerras y conquistas, la aterrorizaba. Las grandes potencias reunidas en Viena dibujan una nueva Europa pensando en sus intereses. De pronto, el 7 de marzo, llega una sorprendente noticia: Napoleón ha desembarcado en Golfe-Juan y se dirige hacia París. Llega allí el 20 de marzo, y obliga al rey Luis XVIII a retomar el camino extranjero. Esa espectacular recuperación provoca un gran alboroto. En Francia los que habían servido a Napoleón y después se apartaron de él, se alían de nuevo con él: es el célebre caso del mariscal Ney. Europa se alarma ante le nuevo fervor de la Francia napoleónica. Se organiza para echar al usurpador, ese ilegal que pone en entredicho la paz en Europa y las ambiciones de las cuatro grandes potencias de la época: Austria, Gran Bretaña, Rusia y Prusia.
Una terrible inferioridad numérica
Napoleón, consciente del carácter inevitable de la guerra, intenta primero retrasarla, luego pretende provocarla donde le conviene. Los aliados disponen de 700.000 hombres. Napoleón desea agrupar a 800.000 hombres antes del final del año 1815. Pero el tiempo juega en su contra, mientras que refuerza la urgencia de actuación para los aliados.
Napoleón decide, junto con sus mariscales -Ney, Suche, Davout, Soult y Grouchy- acometer la ofensiva en Bélgica, donde se concentran las tropas británicas y prusianas. El mandatario británico, el duque de Wellington, el que infligió a Napoleón la pérdida de España, y el mariscal Blucher están a punto de juntarse y encaminarse a Francia. Napoleón y su ejército se ponen en marcha. Atraviesan el Sambre el 15 de junio. Comienza el enfrentamiento.
En el aspecto militar, es preciso que Napoleón supere a 220.000 hombres con un ejército de 130.000. Esta inferioridad numérica marca toda la acción de esos cuatro días. Wellington dispone de 100.000 hombres y Blucher de 120.000. Lo importante es poder evitar su unión.
El 16 de junio , en Ligny, un primer choque con el ejército de Blucher retrasa el avance alemán. Con todo, para acrecentar la ventaja, Napoleón envía a 30.000 hombres tras éste para hostigarlo y retrasarlo. En realidad ese factor acentúa su inferioridad numérica. ¿Qué pueden hacer 30.000 hombres contra 120.000?
"Waterloo, sombría llanura..."
El 18 de junio, en Waterloo, en un terreno ligeramente ondulado, se produce un nuevo choque con el ejército angloholandés de Wellington. Napoleón dispone de 74.000 soldados Wellington se sitúa en posición defensiva: cuenta con la llegada de Bulow y Blucher y sus 12.000 soldados. La lluvia ha retrasado el avance francés; el combate no empieza hasta las 9.30 h de la mañana. El plan de ataque consiste en asaltar el centro del dispositivo militar británico y desorganizarlo. Sobre las 13 horas, Napoleón se entera de que están llegando los prusianos. A las 13.30 h. el mariscal Ney lanza su primer ataque sobre los británicos y fracas. Napoleón avisa a Grouchy para que regrese a Waterloo y luche contra los prusianos. La orden no llega hasta las 15.30 h. Ese retaraso será decisivo.
A las 15.30 h, la caballería carga pero la artillería inglesa rechaza una vez más el ataque. A las 17.30 h, la Guardia -reserva de Napoleón - entra en combate. Ney intenta una tercera carga y fracasa de nuevo. No obstante, a pesar del fracaso de la ofensivas, los franceses resisten. Bulow ya ha llegado pero no se h a invertido la relación de fuerzas. ¡Breve respiro en realidad! Llega un nuevo cuerpo prusiano, dirigido por Ziethen. Esta vez el ejército de Napoleón es sumergido por la masa. Cae la noche poco a pco. Comienza la desbandada. Sólo permanece la Guardia.
Del sol de Austerlitz a la soledad de Santa Elena
Este fracaso militar marca el final del capítulo de los Cien Días. El Águila es sólo un prisionero en manos de los británios. El que hizo temblar a Europa, cuya gloria era una sucesión de victorias (Jena, Ulm, Austerlitz...), embarca hacia una isla del Atlántico, una isla perdida y aislada.
Francia paga con creces su fracaso. El segundo Tratado de París, el de 1815, la lleva a sus fronteras de 1790, le impone 7000 millones de francos alemanes de indemnización a pagar a las potencias victoriosas y una ocupación militar de cinco años.
El genial militar, el inventivo gobernador abandono su país en el caos. Pero su nombre, que despierta el odio en algunos, entra en la leyenda para los demás.
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