sábado, 5 de noviembre de 2016

LA CONFERENCIA DE LONDRES CREA UN NUEVO ESTADO EL NACIMIENTO DE BÉLGICA

El 21 de julio de 1831 Leopoldo de Sajonia-Coburgo es aclamado en Bruselas. En la plaza Real, jura "observar la Constitución y las leyes del puebl belga, mantener al independencia nacional y la integridad del territorio", y luego declar que, belga de adopción, lo será también por su política. Bélgica tiene a su rey un años después de haberse sublevado contra la dominación holandesa. No fue fácil...
La historia del nacimiento de Bélgica comienza con todos los acontecimientos parisienses del año precedente. Cuando los franceses se rebelan, en julio de 1830, Bruselas sigue sus pasos. El 24 de agosto, aniversario del rey de Holanda, unos carteles anuncian "el lunes", fuego artificiales; el martes, iluminación; el miércoles, revolución". Ese miércoles la  multitud arrasa un periódico gubernamental; quema la casa del ministro de Justicia; saquea las armerías. La burguesía, preocupada,sustituye al extinguido gobierno, desarma a los saqueadores, pero exige autonomía. Sucede lo mismo en todo el país: el orden se instaura de nuevo, pero y a no es holandés.
El rey reacciona y envía a sus tropas a Bruselas. Allí son repelidas. La sangre derramada crea un foso infranqueable: ya no se pide autonomía, sino la independencia. Todo el país expulsa a los holandeses. Se crea un gobierno provisional y se convoca una asamblea nacional, el Congreso.
Las cortes europeas se alarman: Prusia, Austria, y sobre todo Rusia, están dipuestas a intervenir contra el movimiento belga, Francia, por el contrario, apoya a los nacionalistas. Gran Bretaña cede una parte par ano perderlo todo: no le importa debilitar a su rival Holanda, siempre que Bélgica no se convierta en francesa. En noviembre de 1830, se celebra una conferencia en Londres. El 18, se proclama la independencia en Bruselas; el 20, la Conferencia reconoce el nuevo estado. El zar, ocupado en reprimir una insurrección en Varsovia, en definitiva no interviene.

En busca de un rey
El 20 de enero de 1831, en Londres se impone a Bélgica la neutralidad perenne. Las condiciones territoriales y financieras que recibe el nuevo estado son muy adversas: Bruselas protesta, pero su única opción es aceptar.
El 7 de febrero se promulga una Constitución: instaura una "monarquía constitucional representativa con un mandatario hereditario"; es preciso, no obstante, encontrar a ese dirigente. Los liberales quieren a un hijo de Eugenio de Beauharnais. En París el rey Luis Felipe se resiste a tener que favorecer a un pariente de Napoleón: empuja a su hijo el duque de Nemours, pero tropieza con la oposición británica. Por último, en el Congreso se llega a un acuerdo con un sombrío personaje: el barón de Surlet de Choquier se convierte en regente; casi no tiene autoridad.
Sin embargo, todo funciona mal. Los partidiarios de Holanda se sublevan en Gante y Malins; la violencia estalla contra éstos, desde Lieja a Amberes. De nuevo, se está al borde de una guerra civil y europea: los prusianos están en el Rin; Austria lanza amenazas y Parías habla de nuevo de intervención.

La solución Leopoldo
Londres tiembla por segunda vez: promete mejores condiciones a los belga y propone a Leopoldo de Sajonia -Coburgo, viudo de una rica heredera al trono de Inglaterra, tío de Victoria, y que acaba de rechazar el trono de Grecia. Francia lo aprueba: se casará con Luisa, hija de Luis Felipe. Y aunque considera la Constitución belga demasiado democrática, acepta arreglárselas.
El Congreso elige al nuevo candidato el 4 de junio, por 152 votos a favor y 44 en contra. Las potencias acuerdan un "tratado de dieciocho artículos", que alivia las cargas del joven estado, integra en su territorio a Luxemburgo y le da una parte de Maastricht. Leopoldo acepta la corona si el Congreso acepta el tratado: tras tempestuosas discusiones el 9 de julio se llega a un acuerdo y Leopoldo se convierte en rey.

Los problemas no acaban
No obstante, el asunto no acaba allí. El 1 de agosto, el rey de Holanda, animado por Berlín, Viena y San Petersburgo, ataca, atropella al ejército de Leopoldo, toma Lovaina y amenaza Bruselas. Francia salva la situación al enviar a 50.000 hombres que, el día 12, ocupan Bruselas; el 20, los holandeses son definitivamente expulsados de la ciudad. El prestigio francés está en lo más alto: las demás potencias, temiendo una anexión, imponen su evacuación. Además, las derrotas belgas incitan a la severidad: se imponen nuevos artículos a Bélgica, le son retirados Luxemburgo, Limburgo y las bocas del Escalda. Bruselas protesta pero luego cede, porque Francia, esta vez, no quiere intervenir.
Aún es necesario expulsar a los holandeses de la fortaleza de Amberes, lo que origina una expedición franco-británica en 1832. Del mismo modo, queda forzar a Bélgica para que evacue Limburgo y Luxemburgo, lo que se sucede en 1838. Al final de la década de 1830, en definitiva, Bélgica ya existe con la Constitución y fronteras actuales.


Leopoldo I, rey de los belgas
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