En 1815, los soberanos europeos victoriosos sobre Napoleón quiere borrar todos los recuerdos de 1789 y las conquistas francesas: desde entonces, liberales y nacionalistas se agitan en nombre del derecho de los pueblos a la independencia o a unidad.
En 1830, el acceso de Grecia ala independencia, tras una guerra heroica contra la dominación turca, y el éxito parcial de la revolución parisiense que derroca a un rey conservador, hacen saltar el polvorín: Bélgica se subleva a partir de agosto y logra su independencia respecto al reino de los Países Bajos; Polonia, bajo dominación rusa, se levanta, y el ejército del zar tarda nueve meses para reconquistar Varsovia; en Alemania, distintos soberanos proclaman Constituciones: Metternich, el influyente canciller austríaco, se emplea en limitar sus efectos; en Italia, las poblaciones se Módena, Parma, Piacenza, Bolonia y Marcas se sublevan: en 1831, Austria interviene y reprime la insurrección.
Así, salvo en Bélgica, la revolución fracasa a corto plazo.
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