sábado, 5 de noviembre de 2016

La Leyenda Napoleónica

Los frutos de la propaganda
General del ejército de Italia, Bonaparte intentaba difundir una imagen ensalzada de su persona. En los periódicos de sus tropas, hace escribir: "Bonaparte vuela como el relámpago y golpea como el rayo". Sus sucesivas victorias, su poder político y su título imperial refuerzan esa propaganda. Con el declive del imperio y las dificultades de los últimos tiempos -levantamientos en masa, presencia de ejércitos extranjeros en Francia- la epopeya napoleónica pierde prestigio.
Después del Imperio, la nostalgia. Rápidamente, la juventud romántica -Hugo, Musset, Vigny- exalta la época heroíca y la compara con la melancolía de la Francia de los Borbones y de Luis Felipe. Balzac, en La Comedia Humana, pone en escena a héroes olvidados y a franceses que viven con el recuerdo del emperador. En 1840, las cenizas de Napoleón regresan de Santa Elena. El transporte de éstas a los Inválidos, el 15 de diciembre, es seguido por una gran multitud. El arco del triunfo de la Étoile, en París, se inaugura para esa ocasión: la lista de sus victorias están grabadas en él.
Una grandeza que persiste. En 1852, el sobrino de Napoleón es elegido presidente de la República. En 1852, el sobrino de Napoleón  es elegido presidente de la República. En 1852, se convierte en Napoleón III. Debe su éxito a la popularidad póstuma de su tío. El hundimiento del II Imperio pone fin a la leyenda. Pero en seguida recuperará sus derechos. Napoleón se convierte en el siglo XX en un personaje famoso. Literatura, pintura, cine: todas las artes se han alimentado de ese personaje que, recíprocamente, busca en ellas su dimensión legendaria.

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